Por Rigoberto Acosta Molinet.
Como es costumbre, tengo
permiso para trajinar el guameco y sacar el manche, mas bien, lo que
sobró de él, porque todos los papás le traen el manche a sus hijos,
especialmente a los menores, y es muy rico. Mi papá dice que el pan, al
estar tantas horas en el fondo de la mina, adquiere ese gustito tan
especial, lo mismo que el agua de la charra (cantimplora de aluminio,
conteniendo generalmente agua de hierbas)
Con mi manche en la
mano salgo a la calle, saboreando el delicioso manjar. OH que lindo, el
barrio lleno de niños, a todo lo largo del pabellón, que preciosa
escena, las niñas jugando; unas a “la casineta”, otras a “la del diez”
(que consiste en hacer rebotar con la mano, una pelota de goma, contra
la pared, diez veces; Inicialmente se golpea con la palma, luego
empuñando la mano ,se golpea con los nudillos, y así, a medida que
avanza el juego, se van agregando técnicas con mayor grado de
dificultad), mas allá ,las mas pequeñas
juegan a: “que salga la dama
dama” puedo oírles cantar y batir las palmas “que salga la dama dama,
vestida de marinero, si no tiene dinero la caridad no espero ” mientras
cantan, una de ellas, se pasea en medio de dos hileras de niñas ,
acompañando con las palmas y manteniendo un especial ritmo, y pensando a
quien elegirá para que ocupe su lugar, y así sucesivamente. Las
mayores “saltan el cordel” las que son mas atrevidas piden que le den
“chocolate” (se le hará girar el cordel lo mas fuerte que sea posible)
así la retadora mostrara su habilidad y rapidez en el salto.
Los
juegos donde yo participo son variados, entretenidos y muy divertidos, a
saber: “El paquito librador”,” a la ronda de san Miguel“… -a la ronda
de san Miguel, el que se ríe se va al cuartel, el que mira para atrás se
le pega en la pela-” mientras se cantan estos versos, el grupo, en
cuclillas hace un circulo cerrado y uno de nosotros, paseándose por
detrás del círculo, con un pañuelo anudado en uno de sus extremos,
golpea al que se atreva a mirar para atrás , “la tiñita”, “el caballito
de bronce” (mi mamá me tiene prohibido jugar a este juego, dice que es
muy peligroso). El juego que es un poco más difícil, y requiere cierta
habilidad, es el trompo. Aquí en mi barrio lo hacemos de una manera muy
particular: la idea es hacer avanzar una moneda o chapa por medio de
corridas y papos, y dar la vuelta completa a uno de los pabellones; se
juega en equipo, lo ideal, son tres por equipo, generalmente el que no
es tan hábil con el trompo, tiene que vigilar al equipo contrario,
evitando que lancen la moneda con la mano. La corrida puede mover la
moneda de 10 a 50 centímetros aproximadamente, pero el colofón lo pone
el papo, que dependiendo del tipo de trompo, y la habilidad del jugador,
puede lanzar la moneda hasta 50 metros. En honor a la verdad, a mí,
generalmente me tocaba vigilar.
Mientras damos la vuelta al pabellón,
pasamos junto a los lavaderos, donde hay hartas señoras lavando, con
sus respectivas paletas en la mano, con la que dan fuertes golpes a la
ropa mojada, será para que quede mas limpia, digo yo. Cada una, con su
propio espacio para dicha tarea (mientras dura el lavado, son dueñas
de una de las 14 bateas, mañana será de otra). Es agradable verlas en
esta labor, pues se ven que están contentas y conversan mucho. Hablan en
alta voz, también lo hacen bajito; cuando hablan despacito, de repente
se ríen todas a carcajadas, mientras lo hacen, algunas se tapan la boca,
como tratando de reprimir la risa, seguramente por una talla con cierta
picardía.
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